24 marzo 2010

Mi vecino, "El Gordo Gadea"

No llegamos a conocernos, pero a él y a todos los que dieron su vida por un país mejor, mi respetuoso recuerdo.
Aníbal tenía 26 años. Era seminarista católico, había egresado del Instituto Calasanz y estudiaba historia en la Facultad de Filosofía (UBA).

... "Pedí hablar primero, porque fui el último que vio con vida a "El Gordo Gadea"
Ahora se puede decir, andábamos como novios; cine, teatro, vacaciones; aquella noche, en esta misma esquina, nos quedamos conversando en el auto, no sé hasta que hora, posiblemente tarde porque éramos trasnochadores, quedé con él en sacar entradas para ver el partido Argentina Inglaterra; yo empezaba la cola y él me reemplazaba a las 9 de la mañana.
El Gordo, entre otras de sus virtudes, era un relojito. Se hicieron las 9.15., .... 9,30 horas y a las 10 menos cuarto lo llamé por teléfono; nunca supe cual de sus hermanas me atendió, lo que sí quedó grabado hasta el día de hoy en mi memoria, fue su tono de voz: firme sin vacilaciones y con un doble mensaje, y la frase: "A Aníbal lo vinieron a buscar anoche".
Él militaba en la JUP y yo en la JP, inmediatamente hice los llamados pertinentes y a borrarse, el resto de la historia ya es conocida.
Mis padres andan mal de salud y nos les avisé de esta convocatoria. Hoy mi papá, justo antes de venirme me llamó llorando, me asusté, tardó en hablarme ¡¡¡¡!!!! Leíste, salió Gadea en Página 12.
Por supuesto que ellos lo conocían, es más, fueron en su momento a consultar a un vidente. Este dijo que estaba vivo, y en prueba de ello exhibió la misma sonrisa que la del Gordo: sincera, cordial, contagiosa, recuerdo que siempre acotaba algo y le sumaba su humor fino, sutil y culto. Les obsequió a ellos dos botellas de vino, que por más de 25 años estuvieron guardadas, las que se abrirían cuando Aníbal apareciese.
Gracias a él, todos pudimos continuar con nuestras vidas, estudiamos, nos casamos, tuvimos hijos, en fin, cada uno trazó su camino.
Uno de los slogan del proceso fue "el silencio es salud".
Gracias al silencio de Eduardo Aníbal Gadea, estamos vivos.
En lo que a mí respecta, seguramente su alma brillará y perdurará más en el espacio que la mía... "
Gabriel Aníbal Cataldi

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